El hombre, el niño y el burro
Un hombre y su hijo se dirigían al mercado en compañía de un burro que tenían en venta. En el camino se encontraron con un campesino que les dijo:
—Amigos, ¿por qué caminan si tienen un burro que pueden montar?
Entonces, el hombre montó al niño en el burro y siguieron su rumbo. Pero pronto pasaron junto a un grupo de hombres y uno de ellos dijo:
—Miren a ese niño tan perezoso, deja que su padre camine mientras él monta el burro.
Al escucharlo, el hombre bajó al niño y se montó en el burro. No iban muy lejos cuando pasaron junto a dos mujeres; una de ellas le dijo a la otra:
—Mira a ese hombre tan egoísta, deja que su hijo camine mientras él monta el burro.
Abrumado por los comentarios, el hombre pidió nuevamente a su hijo que se subiera en el burro y ambos continuaron el viaje montados en el lomo del animal.
No tardaron en llegar al pueblo y los transeúntes comenzaron a reírse y señalarlos. El hombre se detuvo para preguntarles de qué se burlaban, los transeúntes respondieron:
—¿No les da vergüenza ponerle tanto peso a un pobre burro?
El hombre y el niño se bajaron del burro para pensar qué hacer. Pensaron y pensaron, hasta que finalmente cortaron un palo y ataron las patas del burro a él. Cada uno, sujetando un extremo del palo, levantaron el burro hasta los hombros. Continuaron el camino en medio de la risa de todos hasta que llegaron al puente que los separaba del mercado.
En ese momento, el burro desató una de sus patas y le dio una patada al niño, haciéndolo soltar su extremo del palo. En la lucha, el burro voló sobre el puente y fue a dar al fondo del río.
—Eso les enseñará —dijo un anciano que los había seguido.
Y les dejó la siguiente moraleja: